Caer y levantarse


 En el zen no es necesario frustrarse por las caídas que podamos tener en el camino, no importa tanto cuantas veces debamos comenzar otra vez desde cero porque de hecho, todos los días lo hacemos sin darnos cuenta de ello. 

Cada día es una vida nueva y si no la vemos así es debido a la carga emocional que arrastramos del ayer. Muchas veces nos proponemos practicar, levantarnos temprano y sentarnos en zazen pero no lo conseguimos, llega lo hora y seguimos durmiendo.

No existe nada que podamos llamar seguro, permanente o sólido. Nada en que apoyarse o de lo cual depender, más allá de nuestra propia mente y espíritu. No existe nada que sea demostrable, más que la propia experiencia. Es un acto de fe, es como saltar a un abismo sin paracaídas solo porque alguien dijo que hay una red allí abajo esperándonos. No hay promesas ni premios al final del camino más allá de nuestra saludable paz de espíritu que proviene únicamente de nosotros mismos.

Entonces, ¿Cuál es el negocio en esto?. Todos nos equivocamos y cometemos errores, nadie está a salvo de ello. Nuestra vida es caer y levantarnos constantemente. Pero debemos entender que es en ese acto de caer y levantarse que podemos practicar el Dharma. Sin errores y caídas no habría práctica y sin práctica no hay liberación. Cuando nos levantamos en la mañana y hacemos tres postraciones al buda, el dharma y la sangha, incubamos buenas cosas en nosotros, esta es una gran práctica. 


Es como cultivar naranjas en el desierto. La mente está en constante ebullición, nunca se detiene ni siquiera cuando dormimos. Pero zazen hace que tomemos distancia de la mente y podamos observarla. El maestro Bodhidharma dice: “el método que contiene a todos los métodos es la observación de la mente”, esto nos da una idea de la importancia que tiene para el zen esta observación detenida y minuciosa del flujo mental.

Sucede muy a menudo que los practicantes que todavía no tienen desarrollada la mente de buda, están buscando algo que ganar u obtener de la práctica, esto hace que se alejen de lo que es realmente importante en el zen, el desapego. Cuando hacemos alguna práctica, muchas veces tenemos la sensación de que no está funcionando, que el tiempo pasa y los resultados no llegan. ¿Qué hacer entonces?.

Todos los practicantes debemos aprender a vivir en el presente y no esperar nada de nada del futuro. Vivir en el ahora es estar unido a todos los budas de los tres tiempos. Esto es también caer y levantarse, nos salimos del presente para luego regresar al presente. En vistas a practicar más sinceramente debemos esforzarnos más. Si las cosas son muy fáciles no tienen ningún mérito y solamente conducen a la pereza y la indolencia, pero si fueran demasiado extremas se convierten en austeridad. 


 Nadie ha desarrollado jamás su mente de buda mirando televisión. La mente de Buda es algo vivo y crece donde hay condiciones favorables para la vida. Si no creamos esas condiciones ella jamás se manifestará. Y, ¿Cuáles son estas condiciones?. Tenemos que buscar el camino, ir en busca de un maestro esclarecido que nos guíe. No hay autodidactas en el zen.

Luego buscar al Buda en nuestra propia mente y no fuera de ella, volver nuestra atención al interior y ser diligentes con la práctica. El maestro Dogen nos dice que aun si un practicante no tuviera todavía la mente de un buda o un bodhisattva, pero practica de acuerdo con el dharma, tarde o temprano alcanzará el camino. El dharma es contagioso y penetra la piedra más sólida, y si vivimos en compañía de los budas y bodhisattvas nos volveremos como ellos.

Sus hábitos y conducta recta terminarán por desplazar a las nuestras. Caer y levantarse sin sentir culpa ni quejarse de ello es desapego verdadero. Si alguien cae y se siente frustrado, todavía está dependiendo de su ego. Todavía no ha soltado su mente de zorro. Mientras que si se levanta y continúa su camino tal como su maestro le indicó, aunque caiga mil veces más, encontrará el camino en cualquier momento y lugar en que se encuentre.

Maestro zen Mumon Savoy Roshi 






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