Liberar la mente de las preocupaciones
La gran mayoría de las cosas que nos preocupan son creadas por la mente, se hacen y desarrollan en ella. Esto se debe a que no reconocemos que la mayor parte de la existencia de este mundo no está bajo nuestro control.
Esta idea de controlarlo todo para ganar en seguridad se vuelve contra nosotros en forma de inquietud y angustia. Si entendiéramos que solo aquello que está naturalmente bajo nuestro control es importante para la realización de la liberación y lo aceptamos así, todo ese bagaje de inquietud desaparecería. Pero, ¿Cómo alcanzar entonces este estado de mente en donde el poder propio no está siempre tratando de extenderse sobre aquello que nos está a su alcance?. En realidad es un ejercicio muy simple.
Ante cada situación adversa o sensación de molestia o contrariedad que surja nos preguntamos: ¿está esto bajo mi control?, ¿me corresponde a mí decidir esto?, ¿debe ser esto la decisión de alguien más?, ¿Estaré invadiendo el derecho de otro al tomar esto de forma personal?. Estas preguntas harán que la mente rompa la cadena de pensamiento compulsivo condicionante y se vuelva reflexiva y atenta.
Una mente así no vive preocupada por el fin del mundo o una catástrofe global que aniquile al planeta sino que se centra en desarrollar aquellas habilidades y prácticas de vida que están a su alcance aquí y ahora tales como comer, trabajar y meditar. En vez de enojarse por el clima adverso, toma su paraguas y sigue su vida alegremente tomando esa situación como algo natural. No pierde su tiempo y energía de vida maldiciendo a la lluvia. ¿Por qué?. Porque entiende que la lluvia no está bajo su control.
Alguien así ha dejado de ser una persona compulsiva para convertirse en una persona reflexiva y serena. Uno así, aunque estuviera atascado en el tráfico, no perdería la calma maldiciendo a otros, tomaría ese tiempo y situación como una oportunidad para meditar en su koan o simplemente respirar con tranquilidad disfrutando del simple hecho de estar vivo sin pensar ni por un momento en que está perdiendo su tiempo.
Con las relaciones afectivas o laborales sucede lo mismo. Si alguien llegara a él con malos tratos o insultos, se mantendrá inamovible, sereno, porque entendería claramente que esa persona al igual que la lluvia, no está ni debería estar bajo su control. Es por esa manía de controlar la vida de otros que chocamos una y otra vez contra el muro de la realidad muchas veces a un costo interno muy alto.
Pensándolo seriamente y poniendo todas nuestras preocupaciones y caprichos en perspectiva temporal, veremos que ninguna de ellas existirá en unos años y que en algún tiempo más, nadie estará aquí vivo para recordarlo. ¿De qué serviría andar por el mundo buscando la seguridad en el control de otros?. Esto es ignorancia. El principio práctico de esta enseñanza es que aquella libertad que queremos para nosotros mismos debemos primero darla a todos los seres que nos rodean y recién ahí, estaremos en condiciones de recibirla.
Los distraídos están siempre apurados y ese apuro nubla su juicio. Pero, los despiertos van por la vida sin apuro porque saben que donde quiera que estén estarán siempre en presencia de sí mismos, y por ende, en presencia de Buda. Paso a paso, momento a momento, esa mente consciente se realiza a sí misma a base de atención sutil.
No existe ni existirá un solo beneficio del espíritu que provenga del apremio y el control de otros. Los sabios se hacen a sí mismos en virtud de su sabiduría y no por el control del mundo que los rodea. Los ignorantes corren tras los objetos mientras que los sabios los miran pasar y comprenden su naturaleza. El maestro Nyojo dijo: “verdad o mentira, todo en la mente es ilusión”.
Comentarios
Publicar un comentario